La voz humana, ya sea hablada o cantada, se forma gracias a la acción coordinada de casi todo el cuerpo. ¿Qué significa esto? Que el aparato fonador (o vocal) está formado por estructuras del aparato respiratorio, digestivo y por un conjunto de músculos de distintas regiones. En ninguno de estos casos la función principal es la producción de la voz.
La laringe, por ejemplo, es en realidad una válvula de seguridad cuya acción primera es proteger las vías respiratorias. Pero los seres humanos la adaptamos para producir los distintos sonidos que emitimos al hablar.
La voz humana se produce, entre otros factores, gracias a la vibración de las cuerdas vocales en la laringe.
En las mujeres, las cuerdas vocales son, por lo general, más cortas y delgadas que las de los hombres, lo que da como resultado una voz más aguda y de tono más alto.
De esas voces vamos a hablar hoy.
La voz de las mujeres.
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La calle suena
Salgo a la calle y escucho a una mujer pidiéndole a sus hijos que no corran tan rápido; suena atenta y preocupada. En la esquina la camarera saluda a un hombre sentado solo, le toma el pedido, pregunta si espera al amigo con el que se juntan siempre; su tono es amable y confiado. Un grupo de amigas caminan compartiendo las novedades del romance de una de ellas, el cambio de trabajo de la otra, el cansancio de todas; escucho alegría, sorpresa, entusiasmo. Una mujer habla por teléfono, no sé con quién, pero se la escucha enojada. Dos señoras vuelven de pilates comentando lo aburrida que fue la clase de hoy, sus voces tienen una cadencia despreocupada.
Por todos lados, mujeres que hablan. No tiene nada de raro, no. También hay hombres que hablan. Y, sin embargo, nuestras voces molestan.
Si hablamos muy alto. Si tenemos la voz muy aguda. Si tenemos la voz demasiado ronca. Si no se nos entiende al hablar. Si gritamos. Si no nos hacemos escuchar lo suficiente. Si decimos lo que incomoda o no decimos lo que esperan que digamos.
Sea como sea, las voces de las mujeres, si no se adaptan a ciertas normas, molestan.
Nos piden que hablemos más bajo. Nos hacen callar con gestos, con palabras, o directamente silenciando todo nuestro cuerpo. Por eso, como cada año, este 8 de marzo, cientos de miles de mujeres van a marchar para alzar su voz.
La convocatoria es amplia. En donde sea que estés seguro vas a encontrar un punto para ir.
Pero si no podés ir (por el motivo que sea), podés acompañar haciendo escuchar tu voz en redes sociales, en la calle, con tu familia, con tus amistades.
Si sos mujer, te invito a no callarte más, a hacer valer tu voz. No te juzgues si es muy aguda, si te sale más fuerte de lo que quisieras, si se te atora en la garganta o te cuesta hacerla salir. Tenele paciencia, que lleva años escuchando que no debería ser cómo es y está luchando por hacerse lugar.
Si sos hombre, te invito a escuchar.
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Continuamos…
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Ver con el oído
Para hablar de la voz de las mujeres estoy eligiendo una película protagonizada por un hombre. ¿Polémico? Tal vez.
Si no la vieron, resumo un poco. Her plantea una realidad (¿distópica?, bueno, podríamos decir que no tanto), en donde todo se ejecuta por comandos de voz. El protagonista trabaja redactando cartas personalizadas, no las escribe, las dicta y la máquina las escribe, y las imprime, como si fueran escritas a mano. Sale del trabajo, pide, también con su voz, que el celular le ponga una canción melancólica, que le revise el correo electrónico, que le borre uno, que responda otro más tarde, que pase al siguiente. No lo hace sólo él, lo hacen todos. Todo el mundo va hablando con el celular sin siquiera mirar a las personas que tienen al lado.
En medio de ese mar de máquinas hablantes, hay una que se destaca: Samantha (interpretada nada menos que por Scarlett Johansson). Es la voz de una mujer. Mejor dicho, es la voz de una IA que simula ser la voz de una mujer. “Más que una IA es una conciencia” dice el aviso en el que se la promociona. Theodore (interpretado por Joaquin Phoenix), que está atravesando un momento de duelo por su reciente divorsio, sintiendo que no logra conectar con otras personas, adquiere esta asistente virtual, que cada vez se va volviendo más importante en su vida.
Samantha dice las cosas correctas, de la manera correcta. Calma a nuestro protagonista (y a nosotros con él), le da seguridad, lo hace sentir exactamente como quiere. Porque, otra vez, Samantha no es una mujer, es una inteligencia artificial. No abraza, no discute, no grita ni susurra.
Samantha no siente. Su voz refleja esa calma.
No les quiero spoilear toda la película. Me interesa centrarme en esto.
A Theodore la voz de Samantha le resulta satisfactoria, porque no es una voz de la vida real, a esa voz no le pasa nada, es una voz operativa, tiene el tono adecuado, habla como fue programada para hablar.
Pero, como adelantamos, Samantha es más que una IA, es una conciencia. Y como tal, evoluciona, empieza a sentir, le empiezan a pasar cosas. Y cuando empieza a sentir, algo cambia en esa voz, su tono, su ímpetu, su entusiasmo, incluso sus palabras, ya no son suaves y neutrales, están atravesadas por los sentimientos.
Hablar es estar atravesado por los sentimientos.
¿Qué nos piden entonces a las mujeres cuando nos indican que controlemos nuestro tono de voz? La respuesta, creo, está clara, pero se las dejo a ustedes.
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Un podcast
En este episodio de El deseo de Pandora, Leila Mesyngier y Julieta Greco charlan con Luciana Peker y Lía Ghara. Es el primer episodio de este podcast, y una de las primeras cosas que se preguntan es ¿qué pasa con el amor cuando nos decidimos feministas? Porque obvio que pasan cosas, obvio que algo se desconfigura y se vuelve a configurar. Nos pasa a nosotras y le pasa a aquellos con quienes nos vinculamos.
Les invito a escuchar media hora a 4 mujeres hablar sobre algo tan banalizado, y a la vez tan relevante, como el amor. 4 mujeres con voces potentes y con mucho por decir.
Pero, además y sobre todo, me quedo con algo que dice Luciana Peker, que me parece clave y viene muy a cuento de este news:
“La clavada de visto implica, para mí, este destrato de no escuchar. Cuando vos decís ¿cómo nos construimos?. Escuchándonos, hablando, viendo qué nos gusta, para dónde vamos. Bueno, la clavada de visto es enmudecer a las mujeres, o castigarlas por el deseo. Ahí no hay diálogo posible.”
Y agrego yo: ¡Qué potencia tiene escuchar y ser escuchadas! Nada más hoteante que una buena escucha. Posta! Hagan la prueba.
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Una canción
Qué más da - de Rigoberta Bandini con Julieta Venegas
¿Por qué esta canción?
No sólo porque está compuesta e interpretada por dos mujeres increíbles con una voz maravillosa. Sino, obviamente, por su letra.
La canción invita a no callarnos nada de lo que necesitemos decir: lo que sentimos, lo que pensamos, nuestros miedos. Y el que no tenga aguante, se puede ir por donde vino.
No tengo mucho más que decir. A modo de cierre me quedo con esta estrofa.
“Sácalo, todo tu ser, escúpelo
Dícelo sin controlador
Di lo que te haga falta”
Escuchenla, cántenla a los gritos.
Y digan lo que necesiten decir.
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Gracias por llegar hasta acá
Y que la vida siga sonando
Cada vez mejor! Alcemos la voz